El placer que aporta una conversación de relevancia es inigualable aunque a veces pase desapercibido frente a otros estímulos de nuestro día a día. Esto se pone de manifiesto observando el fervor, la satisfacción, el regocijo y el desahogo que a menudo se genera en grupos de amigos o colegas tras eventos deportivos, acontecimientos políticos, académicos, científicos o sociales.

Si una buena exposición se puede evaluar y calificar por el número de conversaciones que genera en su visita, la lectura de un ensayo podríamos igualmente someterla a evaluación por los momentos de reflexión interna (conversación con uno mismo) o por las ganas de parar la lectura para comentar con un colega o con el propio autor si se diera la oportunidad. Este apetito no es más que el reflejo de la empatía con el relato y en el caso que nos ocupa la provocación hacia la conversación es continua, en especial medida para los que apreciamos la profesión y batallamos día a día en las salas de exposiciones de un Museo.

Los que tuvimos la suerte de crecer profesionalmente bajo la sombra de brillantes y elocuentes museógrafos ingenuamente pensamos que iniciábamos un camino profesional pautado por hitos formativos y adquisición de experiencia progresiva. La realidad puso de manifiesto que el rápido crecimiento del sector y la focalización en un liderazgo autodidacta no permitió crear una estructura organizativa lo suficientemente sólida para consolidar carreras profesionales diversas dentro del sector.

«El Museo de Ciencia Transformador» reta al lector a reflexionar sobre el valor de la experiencia, la formación, el rigor y el entusiasmo en el uso del lenguaje museográfico como medio de comunicación. Su lectura no deja de percibirse como un soplo de optimismo en un momento en el que la falta de madurez de la museografía como profesión, la incorporación al sector de empresas con fines definidos fuera del campo y la falta de referentes locales hacen dudar del futuro del Museo como institución autónoma.

Ahora que a la compra de casi cualquier útil se le acompaña de una guía de uso rápido, la inmediatez parece ser la norma en la mayor parte de los procesos de formación y a la búsqueda de distintas referencias literarias no se le da el suficiente tiempo, sirva «El Museo de Ciencia Transformador» como una guía, documentada de manera exquisita, de introducción al uso del lenguaje museográfico como herramienta universal capaz de transformar experiencias, inquietudes y sueños.

Javier Hidalgo Gil.

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